En la
lejanía de mi fría soledad,
en las
noches negras,
deambulo,
entre las tinieblas de la desolación.
Cierro los
ojos ante la angustia de mi alma
y vislumbro,
en lo profundo de mi corazón,
un frio
acuoso, que me carcome lentamente,
los abro, lágrimas se deslizan por mis mejillas,
mientras la
lluvia golpea incesante el ventanal,
afuera,
las hojas
danzan con la melodía de un viento
susurrante, pero helado y se apodera de mí,
el deseo
desesperado
de encontrar la calidez de tus manos.
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