El tiempo,
tirano
pasa
implacable,
sin piedad,
dejando su huella.
Las noches
siembran
desolación
en sus
triste ojos celeste.
Su cuerpito
yace frio
sobre un
suelo
empapado de
sangre.
Aún así,
sueña
con ese
abrazo de amor
que le
devuelva la vida
haciéndole
renacer la esperanza
de un mañana
distinto
aún,
en este
mundo sembrado de odio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario